Es domingo,
He llegado a casa a la media noche y algo más.
He preparado café sin azúcar.
He encendido la computadora tan solo para ver tu rostro,
unas quinientas veces.
He sonreído quinientas veces.
He pensado que no es muy sensato hacer todo lo anterior,
especialmente eso del tercer párrafo.
He pensado también que me llega altamente el párrafo anterior,
pues la sensatez en estos días anda huyendo de mí.
He bebido el café, ahora frío y amargo.
He apagado la computadora.
He arrojado el resto de café por el lavadero.
He querido también arrojarme por el lavadero, pero mi tamaño y mi estado no-líquido me lo han impedido, por eso me alivio arrojando mis lágrimas que sí son líquidas.
He ido a mi cuarto,
he encendido la luz,
he notado mi soledad y lo anchurosa y fría que puede ser mi cama.
He dejado de escribir todo esto en mi mente.
He apagado la luz.
He notado lo oscuro que está todo. Lo oscuro que puede ser todo, así se ande de día o de noche.
He querido cerrar los ojos y no pensar en nada, ni en lo oscuro.
He aplastado mi rostro en la almohada y me he dicho muy bajo:
todo pasará, pronto te marcharás por ese lavadero como tus lágrimas
todo pasará,
pronto,
pronto.
domingo, enero 06, 2008
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