viernes, julio 31, 2009

Adios vacaciones. Auch, como duele (volver a ) levantarse.


Se me fueron las vacaciones, y con ellas, se me fue el paraíso. Odio mi trabajo, lo digo pública y desvergonzadamente, y así haya algún incauto capaz de alentarme con sus palabritas de” pero al menos tienes trabajo" no me importa; detesto-abomino-aborrezco-medatirria-meenroncha mi trabajo. Y mis pies tamaño 35 afirman adoloridamente lo que escribo.

Hoy me levanté con menos ganas que ayer, eran casi las 9 y el rascar de mi perra en la puerta de mi cuarto me anunciaba que el día empezaba de nuevo y que había que salir en medio de este invierno a alistar las cosas para volver al trabajo. No alisté nada, mi perra, el televisor y un pan con mantequilla y café cargado se encargaron de distraerme; las 11, las 12, y yo me daba cuenta de que la mañana ya se había largado con mis últimas horas libres del día.


No es fácil volver a todo esto, ya me había desacostumbrado un poco, hasta podría decir, que, me había olvidado de cómo hacer mi trabajo. Pero al llegar a esa oficina y sentarme frente a esa computadora; ya no era yo, yo era mis dedos, yo era un par de manos moviéndose precipitadamente entre tecla y tecla, era una boca con una sonrisa congelada y no precisamente por el invierno de julio, ya no era yo, mis pies ya no eran ellos, ni mi cara, ni siquiera mi voz, toda yo se había quedado fuera de ese lugar, desistiendo a todo, rechazando esos papeles, ese teléfono, ese tac-tac del teclado. Se había acabado el paraíso, el cansancio y el agobio habían regresado.

Fueron seis horas frente a esa pantalla, y sólo me di cuenta de que todo había acabado cuando ya no hubo nadie a quien decirle buenas tardes o buenas noches; fue entonces cuando traté de volver a mí. Girar sobre mi silla y comprarme algún chocolate o servirme un café me hacen pensar que soy yo otra vez.

Mañana empezará todo a las 7:30 de la mañana, eso quiere decir que me tengo que levantar a las 5:00 am, media hora para salir de la cama, media hora para maldecir al mundo por tener ese puto horario, y el resto para bañarme, alistarme y salir a morirme de frío camino al trabajo.

Espero no estar mucho tiempo en ese lugar, espero estar solo el tiempo necesario, solo hasta que pueda trabajar en lo que siempre quise: viajar, conocer y fotografiar. Algún día, algún bendito día podré decir: adoro mi trabajo.

1 comentario:

Eduardo Cornejo dijo...

ei! por qué un día no te vienes a mi casa que queda por el barrio de mario vargas llosa en barranco (me mude con dos mujeres que bailan tango) y nos tomamos un vino o una cervezas o un vodka como bryce o un whisky.

qué dices?